Por Felipe Argote
Aunque siempre me ha
resultado interesante leer cifras del INEC, ver y estudiar Estados Financieros,
informes del BID, del Banco Mundial, la CEPAL y otros sitios interesantes nada
me agrada más que sentarme en mi cómodo sillón bajo la luz de una lámpara,
acompañado de una copa o varias de vino, una tabla de picadas y leer un buen
libro de literatura.
Acabo de terminar
la lectura del excelente libro de Juan David Morgan, La Cabeza de Balboa.
Un relato ficticio enmarcado en una novela histórica de una conversación entre Pedro
Mártir, cronista de indias, autor de las Décadas del Nuevo Mundo y el papa
León X donde le relata los acontecimientos históricos desde la llegada de Vasco
Núñez de Balboa a tierra firme como polizón, la toma por la fuerza del asentamiento
de Santa María en el golfo de Urabá hoy en Colombia, el envío forzoso hacia una
muerte segura del gobernador designado por el rey Diego de Nicuesa, sus
aventuras saqueando pueblos indígenas aprovechando su aplastante poderío militar,
en especial el uso de armas de fuego contra grupos indígenas cuevas armados de
flechas y palos, el avistamiento dirigido por los guías indígenas del mar del
sur, hasta su decapitación por el designado del rey gobernador de Castilla del Oro,
Pedrarias Dávila en sustitución del ahogado Diego de Nicuesa.
Fascinante relato
de la prodigiosa pluma de Juan David Morgan que te involucra en la historia a
punto de no poder soltarla hasta finalizar el libro.
Desde que me leí El
Zorro de Isabel Allende sé que aun a sabiendas de lo que pasará en el relato la
forma de referir la historia es más importante que el relato mismo. En las novelas
histórica es evidente que no se puede ensayar inventando hechos que se sabe ocurrieron
de otra manera sin embargo es posible como es el caso de esta novela ubicar una
conversación ficticia entre el papa León X y el cronista Pedro Mártir que sirva
de hospedaje a toda la historia sin perder la rigurosidad histórica, aun dando
una perspectiva legítima a favor del degollado.
Así Juan David Morgan no solo se refiere a los
acontecimientos de Balboa y Pedrarias desde su perspectiva, sino que se
aprovecha para poner en contexto que mientras se desarrollaba la epopeya de la invasión
a nuestro continente por parte de los españoles, se desenvolvía a la vez la construcción
de la basílica de San Pedro y Miguel Ángel esculpía la Pietá. En ese mismo
momento se daba el cisma ocasionado por las críticas de Martin Lutero a una
iglesia mercantilista y profundamente corrupta. Justo era el momento en que
estuvieron no menos de cinco en veinte años. Fueron los tiempos de los Borgia
en donde la perversión eclesiástica campeaba, los tiempos del papa Julio llamado
el terrible por ser más militar que religioso y en este caso del papa León X que
inició la venta de indulgencias. Esto es que se borraban los pecados a cambio
de dinero. Había tarifas llamadas ataxa camarae dependiendo de la
gravedad del pecado pagado directamente al vaticano. Esto fue lo que llevó a Martín
Lutero a publicar las noventa y cinco tesis que determinaron ser excomulgado por
el papa lo que inicia el luteranismo, la iglesia protestante.
En este marco se desarrolla
la historia de las indias que Pedro Mártir, quien nunca estuvo en América, cuenta
al papa León X. La historia de Vasco Núñez de Balboa desde que llegó de polizón
escondido en un barril hasta su decapitación por Pedro Arias de Ávila.
Resulta interesante
la conversación de dos personas en el siglo XVI que hablan como si estuvieranen el siglo XXI. El papa y el monje celebran la supuesta elección popular de
Balboa en Santa Maria quien envía al gobernador Diego de Nicuesa, nombrado en
propiedad por el rey gobernador de Castilla del Oro en un barco en malas
condiciones y sin provisiones en donde el gobernador del rey murió ahogado en
el trayecto. Creo que en aquella época para cualquier cura de pueblo esa supuesta
elección sería muy molesta por decir lo menos. Aun en el renacimiento, luego de
siglos de oscurantismo religioso, verían con enfado que los lugareños
intentaran pasar por encima de la decisión del Rey quien era, recordemos, designado
por Dios, por tanto coronado por el papa. Su designado por extensión tomaba las
decisiones por gracia divina, no en su propio nombre sino en el del rey. Dudo
que un papa le pareciera simpático alguien que se proclama por encima de esta
doctrina que hubiera puesto en cuestionamiento su propio dogma. Más creíble es
la celebración que ambos hacen de que los españoles utilizaran perros para
atacar a las indígenas cuevas que habitaban El Darién y que el mastín de Balboa
leoncico, cobrara sueldo como oficial del ejército por sus proezas de asesinar
a dentelladas a hombres mujeres y niños cuyas únicas armas eran flechas con
puntas de piedra no de metal y palos usados a modo de mazo. Se escribió del perro que asesinaba mas indios que los soldados.
No aparecen
comentarios por supuesto de las cartas de Balboa al Rey de España en donde
celebra haber matado y robado en sus incursiones en donde saqueaba todo a su
paso. Mucho menos el aperreamiento inventado por Balboa, que era el deporte que
usaban los españoles consistentes en meter a un grupo de indígenas en un hueco
y echarles a los perros solo para divertir a la tropa, quienes apostaban quien
perdería el primer brazo o la primera pierna, según decía a falta de corrida de
toros.
Ya fuera de la
novela, en el epilogo, el autor reconoce la masacre perpetrada contra los
originarios que bien recibieron a los invasores europeos afirmando que cuando
los usurpadores desembarcaron en El Darién en 1510 se calcula en doscientos
cuarenta mil indígenas cuevas. Veinticinco años después, en 1535, los cuevas habían
sido exterminados. Como muchas veces dice la historia oficial se atribuye a las
enfermedades traídas de Europa como la viruela y la sífilis. Sin embargo, la muerte
para obligarlos a entrega oro y en el caso de las islas la inmersión forzosa
para buscar perlas hasta ahogarse, así como la esclavización de los hombres jóvenes,
dejó a los pueblos sin poder reproducirse, aunado por supuesto al salvajismo y
la crueldad de los recién llegados quienes no se detuvieron hasta acabar con
toda la población cueva.
La historia se
centra pues en los conflictos entre los líderes de los invasores y cómo se
salda con la decapitación en la plaza pública del llamado adelantado con su cabeza
en una pica hasta quedar convertida en calavera por efecto de las aves
carroñeras. Me imagino a los indígenas aterrorizados viendo que si esas
atrocidades se realizan entre los que llegaron del mar qué peores no les
esperaban a ellos considerados por los de Castilla y León animales tanto como
las palomas y los gatos.
Algo interesante del epilogo es
que Pedrarias Dávila no solo decapitó a Balboa, sino que años después también descabezó
a Francisco Hernández de Córdoba, fundador de las ciudades nicaragüenses de
Granada y León. Hoy las monedas tanto de Panamá como de Nicaragua tienen el nombre
de los decapitados.
Finalmente, algo
que no logro entender y es por mi desconocimiento en historia poscolombina cómo
Balboa fue nombrado Gobernador de Panamá y Coiba si Panamá se fundó meses después
de su decapitación y de Coiba no se tenía la menor sospecha de su existencia el
día de su muerte en la población de Acla, ubicada en la actual comarca de Guna
Yala.
Juan David Morgan
es abogado y empresario. Esta actualmente casado con Ana Elena Ungo, hija del
salvadoreño Guillermo Ungo, líder histórico de la socialdemocracia salvadoreña.
Entre sus publicaciones están: Fugitivos del paisaje (1992) Cicatrices inútiles, (1994)
Entre el cielo y la tierra, Monseñor Jované y su siglo; (1996). Con ardientes
fulgores de gloria, (1999) ¡Arde Panamá!, (2003). El caballo de oro, (2005) El
silencio de Gaudí, (2007) El Ocaso de los Inocentes, (2011) Entre el Honor y la
Espada. La inédita historia del legendario Henry Morgan, (2013), La rebelión de
los poetas.
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