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29 de noviembre de 2018

ROSA IVETTE MONTEZUMA Y MISS UNIVERSO


Por Felipe Argote

Debo iniciar afirmando que me siento muy orgullo de mis raíces ngöbes. Un pueblo noble y valeroso que inicia con sus luchas la recuperación de su puesto en la sociedad panameña y la defensa de su cultura, al igual que los demás pueblos originarios.

Dicho esto, afirmo por convicción que nunca he seguido los concursos de belleza debido a que considero que son una degradación del papel de la mujer en la sociedad. Considero que a pesar de que este certamen quiere mostrarse en los últimos años como un concurso que realiza una evaluación integral que incluye intelectualidad, creo que sigue siendo un escenario en donde se valora a la mujer tan solo por su apariencia física.

El concurso de Miss Universo es de todos los concursos, el que presenta esta situación más evidente. En 2015 varios países latinoamericanos rompieron sus relaciones con miss universo.  Igualmente, muchas cadenas de televisión decidieron, ante la presión de la población, no participar en la transmisión debido a las frases xenófobas de Donald Trump, quien en ese momento era el dueño del concurso. El señor Trump, ahora presidente de los Estados Unidos de América, vendió sus derechos para evitar el descalabro de la franquicia.

Entiendo perfectamente que muchas veces hay que utilizar los medios que existen para mostrar al mundo lo que somos. También comprendo que se utilizan consciente o inconscientemente los escenarios e instituciones con que se cuentan para avanzar en las luchas justas. Martin Luther King, quien sin duda logró los mayores avances en la lucha contra el racismo hacia su pueblo en los Estados Unidos, era pastor de la iglesia bautista.  El líder negro, asesinado por su lucha indoblegable ingresó a la misma religión que santifico la esclavitud, que aprobó los castigos a latigazos a los negros y hasta los asesinatos a los esclavos prófugos. Sin embargo, el líder antirracista abrazó esa misma religión con convencimiento y desde su estructura luchó por los derechos civiles y contra la discriminación racial.

A Rosa Ivette Montezuma no la conozco personalmente, pero es evidente la dignidad que refleja de su raza y el orgullo que siente por sus raíces. A su padre José Isaac, no solo lo conozco, sino que trabajamos juntos como investigadores en el Centro de Estudios Latinoamericanos Justo Arosemena en la década del 80, por lo que se dé su inteligencia, capacidad de trabajo y orgullo de sus raíces.

A Rosa Ivette le deseo la mejor de las suertes y estoy seguro de que cautivará a todo el mundo, no solo por su belleza, sino por su inteligencia y gran capacidad de expresarse. Sin embargo, no puedo, a pesar de lo emocionante que resulta ver a una hermosa e inteligente representante del pueblo ngöbe teniendo la atención de gran parte de la población mundial, cambiar mi opinión de no estar de acuerdo con los concursos de belleza.

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7 de noviembre de 2018

AMELIA DENIS DE ICAZA, UNA MUJER EXTRAORDINARIA

Por Felipe Argote

 

 


“Ya no guardas las huellas de mis pasos, ya no eres mío idolatrado Ancón.

Que ya el destino desató los lazos que en tu falda formó mi corazón”

 Hace 182 años no se vislumbraba siquiera la posibilidad de dar el voto a la mujer. La discriminación de género era institucional. El papel de la mujer en la sociedad era solo como reproductora, cocinera, ama de casa. Ama, un eufemismo para alguien que no era propietaria de nada, solo una trabajadora manual sin salario.

En esa época, 1836, nace esta maravillosa mujer, quien logró expresar en poema, mejor que nadie, la frustración de un país que pensó ser parte de un gran proyecto, para luego percatarse que a cambio de muy poco le habían arrancado, como quien desarraiga un pedazo de su vientre, una parte esencial de su patria, dejando partido en dos pedazos su integridad territorial.

“Cual centinela solitario y triste, un árbol en tu cima conocí.

Allí guardé mi nombre ¿que lo hiciste, por qué ya no eres el mismo para mí?”

Amelia Denis de Icaza regresó a su patria temporalmente en 1906, luego de muchos años de emigrar a Nicaragua donde fue a acompañar a su hija menor Mercedes y cuidar a sus nietos.

¿Qué has hecho de tu espléndida belleza, de tu hermosura agreste que admiré?

¿Del manto que con recia gentileza en tus faldas de libre contemplé?

En una época en que las mujeres en general eran analfabetas Amelia Denis corrió la suerte de nacer en el seno de la familia de Saturnino Denis. Su padre era un panameño de ascendencia francesa, quien publicaba el periódico La Floresta Istmeña” donde Amelia fue la primera mujer panameña en publicar poesías.

¿Qué se hizo tu chorrillo? ¿Su corriente al pisarla un extraño se secó?

Su cristalina, bienhechora fuente en el abismo del no ser se hundió.

¿Qué has hecho de tus árboles y flores, mudo atalaya del tranquilo mar?

¡Mis suspiros, mis ansias, mis dolores te llevarán las brisas al pasar!

En un período histórico en que las mujeres morían viudas, la poetisa panameña más destacada de nuestra historia, luego de enviudar de su primer matrimonio con el que tuvo varios hijos se casa por segunda vez. Su segundo esposo es Don Jose Maria Icaza con quien tuvo una sola hija, Mercedes, quien se casó con el nicaragüense Don Ponciano Espinosa. Jose María Icaza decidió acompañar a su única hija a Nicaragua para asegurarse de su bienestar, con la desgracia de morir en aquella tierra.

Tras tu cima ocultábase el lucero que mi frente de niña iluminó:

la lira que he pulsado, tú el primero a mis vírgenes manos la entregó.

Tus pájaros me dieron sus canciones, con sus notas dulcísimas canté,

y mis sueños de amor, mis ilusiones, a tu brisa y tus árboles confié.

En 1894, tras la muerte de su esposo la patriota panameña se traslada a Nicaragua donde establece su morada junto a su hija menor y sus nietos. También allá en Centroamérica desarrolla su poesía. Publica en varios periódicos, especialmente en “El Trabajo” y “El Bien Público” poesía de profundo contenido social.

Más tarde, con mi lira enlutecida, en mis pesares siempre te llamé;

buscaba en ti la fuente bendecida que en mis años primeros encontré.

¡Cuántos años de incógnitos pesares, mi espíritu buscaba más allá

a mi hermosa sultana de dos mares, la reina de dos mundos, Panamá!

En Nicaragua conoce personalmente a Félix Rubén García Sarmiento, el mayor representante del modernismo literario en lengua española, Rubén Darío. Seguro el extraordinario poeta influyó en su poesía. Amelia Denis se pulió escribiendo poesía dedicadas a toda la gente de la sociedad nicaragüense con quien se relacionó y simpatizaba. Además, le sobró entusiasmo y talento a esta increíble mujer, quien pareció salir de otra época posterior, para escribir poesía pidiendo a Chile y Perú que cesaran su guerra por ser pueblos hermanos. También para dedicarle versos a la memoria fresca de Victoriano Lorenzo:

“el indígena puede morir, pero rendirse no”

Y lo escribió en tiempos en que los gobernantes liberales y conservadores, los mismos que asesinaron cobardemente al general coclesano, insistiesen en que se trataba de un bandolero. Amelia Denis era una patriota a carta cabal.

“Soñaba yo con mi regreso un día, de rodillas mi tierra saludar:

contarle mi nostalgia, mi agonía, y a su sombra tranquila descansar.”

“Sé que no eres el mismo; quiero verte y de lejos tu cima contemplar;

me queda el corazón para quererte, ya que no puedo junto a ti llorar.”

En 1906 Amelia Denis regresa a Panamá para visitar a sus hijas de su primer matrimonio y a sus hermanas. Al regresar a la patria, como una bofetada en el rostro, encuentra su cerro Ancón secuestrado por militares extranjeros, encarcelado tras una alta cerca coronada con alambres de púas. En ese momento escribe “Al Cerro Ancón”

Una de sus hermanas era Doña Mercedes Denis de Miró. Había quedado viuda cuando su hijo era muy niño y tuvo ella que criarlo sola y lo hizo muy bien, pues le inculcó el amor por la poesía que le infundió su padre Don Saturnino Denis y que compartía con su hermana Amelia. Su hijo, el sobrino de Amelia Denis de Icaza, era Don Ricardo Miró.

“Centinela avanzado, por tu duelo lleva mi lira un lazo de crespón;

tu ángel custodio remontose al cielo... ¡ya no eres mío, idolatrado Ancón!”

Su extraordinaria obra poética fue publicada 16 años después de su muerte. Nunca pudo la juglar Amelia Denis, la adelantada a su tiempo, recibir los aplausos de sus compatriotas, ni conocer las dimensiones del efecto de sus letras sobre la lucha por la soberanía de nuestro país. Su poesía tampoco fue publicada por primera vez en Panamá. “Al Cerró Ancón”, junto con el resto de sus poesías fue publicada en 1927 en el libro “Hojas Secas” en los talleres gráficos Robelo en León Nicaragua.

Algo que agradecer a nuestro hermano país de Centroamérica por evitar que se perdiera para siempre su magistral poesía. Algo que enseñar a los xenofóbicos locales para que recapaciten al notar que si no fuera por la hospitalidad de nuestros hermanos y hermanas no solo para acoger a la poetisa sino para publicar su poesía 16 años después de su muerte tal vez nunca la hubiéramos conocido “Al Cerro Ancón”.

Amelia Denis De Icaza murió en Managua, Nicaragua en 1911. Una estatua de cuerpo entero de la poetisa actualmente se levanta en la recuperada cima del Cerro Ancón.

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