Por Profesor Felipe Argote
Eso no era así en los países chicos como el
nuestro. Nuestros pequeños países eran incapaces de generar la masa crítica de
demanda interna para que la producción industrial fuera rentable. Aun así, se tenía la esperanza de industrializarse,
aunque fuera agroindustria, textiles, calzados. Industria liviana.
Todos pensaban que la forma de obligar a las
industrias a relocalizar parte de su producción en nuestros países era aumentar
los aranceles. Aumentando aranceles a las empresas de los países desarrollados
les sería mucho más rentable establecer su fábrica en nuestros países para
poder vender en nuestro mercado. Le iba a resultar más beneficioso, calculaban,
que simplemente quedarse en su país y exportar al nuestro, porque los aranceles
altos iban a desmotivar a sus compradores, ya que elevaba demasiado el precio
del producto. ¿Les parece familiar con
lo que pasa en la actualidad? Por supuesto, es lo que pretende hacer Donald Trump
elevando los aranceles para que las fábricas que se fueron a China en un
proceso que tomó 40 años, regresen a los Estados Unidos.
Esa aventura en Latinoamérica en los años 70
terminó en tragedia. Ni siquiera para los países subdesarrollados grandes
resultó bueno. Hoy México, Colombia Venezuela, Argentina no son países
industrializados. Sí Brasil y México tienen ahora niveles menos aletargados de
industrialización no es por el modelo de sustitución de importaciones. Este
desarrollo fue posterior, con la globalización que inicia a finales de la
década del 80.
En Panamá, por ejemplo, no era siquiera que los
aranceles eran tan altos que no era rentable importarlos, en muchos casos era
prohibida la importación. Un ejemplo son los zapatos. Se prohibía la
importación con el objetivo supuesto de que la industria de zapatos se desarrollara,
proteger a la industria nacional.
Al final la historia larga hecha corta, los
zapatos eran tan malos y caros que los niños de la escuela a las dos semanas de
usarlos ya tenían la suela rota, porque eran de pésima calidad y alto precio.
Eso abría las puertas al mercado negro y al contrabando. Efectivamente, era muy
conocido que mujeres se iban a Venezuela y Colombia, compraban zapatos de buena
calidad, los pisaban para que parecieran usados y lo vendían en nuestro país
con altas ganancias.
Hace casi 140 años Adam Smith, considerado el padre
de la economía, llamaba mercantilistas a la corriente de pensamiento liderado
por Jean Baptist Colbert y Thomas Mun entre otros, que aseguraba que para hacer
el país más rico había que cerrar los mercados a la importación y exportar lo más
posible. Adam Smith, con la ley de la ventaja absoluta y luego David Ricardo
con la ley de la ventaja comparativa, comprobaron que era mucho mejor el
intercambio que el proteccionismo.
Por eso ningún economista de prestigio sin importar
su corriente ideológica, aconsejará una guerra de aranceles para lograr un
balance comercial positivo. El arancel lo paga el importador, no el productor.
El modelo de sustitución de importaciones ya
está comprobado que no funciona. Los avances industriales en México y Brasil se
dieron con la apertura, con los tratados de libre comercio, con la globalización.
Pensar que las fábricas, después de un proceso
que tomó más de 30 años van a regresar a Estados Unidos para evadir altos
aranceles es un disparate. Es que los aranceles no lo paga el productor. El que
sabe de importaciones o al que ha importado mercancía de China, Estados Unidos o
de Europa sabe perfectamente que te lo pueden vender en dos formas FOB o CIF.
En general pues el importador paga el arancel.
Claro que siempre puedes ir a la fábrica y decirle mira esta gente del gobierno
me subió los aranceles, dame un descuento. Puede que lo consigas si eres un
cliente viejo y mueves grandes volúmenes, pero nunca será igual al arancel,
menos si este es de 125%.
Estados Unidos actualmente vive una crisis en
su balance comercial, pero una mayor crisis en su déficit financiero. Este año
el gobierno norteamericano debe cancelar 7 billones de dólares de su deuda.
Esto es una cuarta parte del PIB. Guardando las proporciones, es como si Panamá
tuviera que pagar a sus acreedores 23 mil millones de dólares este año. Según
el presupuesto 2025 nuestro país dedicará $5,947 millones al pago de la deuda.
Esto es aproximadamente 7% del PIB. Estados Unidos debe cancelar este año 7
billones de dólares. Esto es 25% del PIB.
Cuando un país sufre una crisis de déficit
fiscal como esa solo puede resolverlo bajando gastos y aumentando impuestos. El gobierno federal tenía a Ellon Musk con una sierra que le regaló Milei cortando
empleados federales. Ya no lo tiene. Difícil para un gobierno de extrema
derecha aumentar impuesto. La salida ha sido imponer aranceles, para aumentar impuestos
de hecho y decir que lo paga China.
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