Por
Felipe Argote
Jan Erik Olsson nació en Ekeby un
suburbio de Helsingborg en Suecia, muy cerca de donde nació y creció Ragnar
Lodbrok, el legendario rey vikingo de Suecia y Dinamarca, más de mil años
antes. Pero Olsson, a diferencia de Ragnar, no se embarcó al oeste a robar y
saquear en la Europa cristiana. Aunque probablemente Jan Erik sea tan célebre como
el hijo de Odin, decidió desarrollar sus fechorías en su propio territorio.
El 23 de agosto de 1973 Jan Erik Olsson
salió resuelto a asaltar el Banco de Crédito de Estocolmo, más que por el botín,
para lograr la liberación de su gran amigo, compañero de prisión Clark Olofsson,
un delincuente que cumplía una larga condena por asesinato, quien lo había impresionado
mientras compartían celda en la cárcel de Estocolmo. Olsson entró armado al
banco luego de escaparse tras lograr un permiso temporal de salida de la
prisión. Al entrar la policía minutos
después, dos de los agentes fueron heridos al recibir disparos del delincuente.
En el banco, el criminal tomó
cuatro rehenes, tres mujeres y un hombre. Luego de recibir a su compinche,
quien fue liberado para apaciguarlo, pues amenazaba con matar rehenes, ambos
les colocaron a los secuestrados unas sogas al cuello que amarraron de una viga
para que se ahorcaran si la policía entraba de improviso.
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Lo interesante del relato no es
el fallido intento de Olsson de asaltar un banco y liberar a su compinche, pues
ambos fueron apresados a los seis días, cuando la policía entró luego de
efectivamente tirarles gases lacrimógenos. Lo interesante es que sus captores
se convirtieron en sus mayores defensores. Una de sus rehenes afirmó: “No me asusta Clark ni su compañero,
me asusta la policía”, mientras otra dijo: “Confío plenamente en él, viajaría
por todo el mundo con él”. El psiquiatra Nils Bejerot, luego de analizar a los
secuestrados acuño el término “Síndrome
de Estocolmo”.
Síndrome de Estocolmo
“Trastorno psicológico temporal que
aparece en la persona que ha sido secuestrada y que consiste en mostrarse
comprensivo y benevolente con la conducta de los secuestradores e identificarse
progresivamente con sus ideas, ya sea durante el secuestro o tras ser liberada”
Un año después, en 1974, la nieta
del magnate periodístico William Hearst, Patricia, fue secuestrada por el
llamado “ejército simbiótico de liberación” en California, USA. Este pequeño
grupo de estudiantes radicalizados cuyo único logro fue el asesinato de un
profesor, secuestró a Patricia para extorsionar a su familia. Lo inesperado fue
que dos meses después se fotografía a Patty junto con sus secuestradores armada
de un AK47 asaltando el Banco de Hibernia. Al ser capturada en 1975 sus
abogados aducen “síndrome de Estocolmo”.
Panama ha disfrutado de un
crecimiento económico envidiable en los últimos 10 años
impulsado
fundamentalmente por la recuperación del canal y su expansión. La actividad
financiera ha sido parte de este crecimiento y efectivamente la operación bancaria.
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Debido a la crisis del sistema de
bienestar de los países desarrollados, estos han implementado medidas coercitivas
para castigar a los centros bancarios de los países fuera de sus jurisdicciones,
no así a los paraísos fiscales que hacen negocios a lo interno de sus propios
países. Las medidas arbitrarias y unilaterales son aplicadas para obligar a
estos terceros países a convertirse en agentes recolectores de sus impuestos,
cubriendo además los costos de esta actividad fiscalizadora.
Abrumados por largas listas de
medidas, bajo amenaza de incluirnos en listas negras, algunos banqueros
panameños han decidido que las medidas unilaterales y castigos crueles son por
nuestro propio bien. Luego de la campaña publicitaria multimillonaria
denominada “The Panama Papers” muchos más se han encariñado con sus verdugos
internacionales, insistiendo inclusive que lo mejor es adelantarnos implementando
las medidas que creemos aparecerán en la siguiente lista, sorprendiendo positivamente
a estos grupos de acción financiera, implementando medidas que asumimos que nos
exigirán, para así lograr su indulgencia.
Esto, a mi juicio, es el síndrome
de Estocolmo aplicado a la banca o bien como yo lo acuño desde este momento: “el Síndrome de Panama Papers”.
Casualmente tanto en el caso de los asaltantes suecos como de Patty Hearst hay bancos
involucrados: el Kreditbanken en Estocolmo y el Banco de Hibernia en
California.
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Espero que este síndrome que
sufren algunos banqueros panameños no sea contagiado a los economistas, porque
terminaremos como la secuestrada Patricia Hearst, quien luego de ser encerrada
en un armario donde recibió abusos físicos y violada sexualmente, decidió
unirse a sus verdugos. De nada le valió aducir síndrome de Estocolmo, fue
declarada culpable y enviada a prisión por robar el banco. No valdrá de nada aducir en el futuro,
cuando desaparezca el centro bancario, que se actuó de buena fe, cambiando el
término presión unilateral por supuestos estándares internacionales, la historia
igual calificará a los responsables de la caída del centro bancario, por su
benevolencia con sus propios verdugos.
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