Por: Felipe Argote
Alemania, como parte de la
llamada Triple Alianza fue derrotada en la primera guerra mundial por
los
aliados de la Triple Entente. Como resultado de su derrota se vio forzada a
firmar en 1918 el Tratado de Versalles, un tratado tan humillante y con
términos económicos tan drásticos que imposibilitaba, a juicio de los mejores economistas
de la época, su pago. En síntesis era impagable.
Entre otras medidas los aliados
hicieron pagar a Alemania todos los gastos de la primera guerra mundial, en
donde se calcula que murieron nueve millones de personas. A Alemania se le
impuso la entrega de toda su flota mercante, toda la propiedad pública y
privada de sus colonias y la repartición de estos territorios entres sus
enemigos. Debía pagar a los aliados 442,000 millones de dólares actuales, 44
millones de toneladas de carbón y 371,000 cabezas de ganado. La mitad de toda
su producción química y farmacéutica y todos los cables submarinos de
comunicaciones.
Por supuesto que éstas medidas
draconianas llevaron a Alemania a la total bancarrota. John Maynard Keynes, el
gran economista inglés, que era parte de la delegación inglesa, decidió
renunciar a la comisión de Versalles con el argumento que con estas medidas
impuestas a Alemania pronto habría una nueva guerra en Europa.
Cómo es posible entonces que
quince años después ya Alemania poseía uno de los mayores ejércitos de Europa y
en menos de veinte era de lejos la mayor potencia bélica.
Todo proyecto estratégico necesita
financiamiento. De dónde saco Hitler el capital para armar aviones, tanques
armamento pesado y liviano, uniformes, cascos, botas, municiones.
En la década del veinte la
economía alemana estaba muy deteriorada. La inflación era su peor enemigo
causada por la devaluación del marco. A principios de 1923 los precios subían 6
veces por semana, a mediados del año subían 100 veces por semana, en noviembre
la hiperinflación llegó a subir los precios mil millones de veces. Una
estampilla que costaba antes 4 marcos llegó a costar 50 mil millones de marcos.
Se eliminaron las deudas hipotecarias ya que una casa de 10 millones de marcos
llego a costar un centavo.
En 1924 inicia a mejorar lentamente
la economía gracias a las inversiones norteamericanas
fundamentalmente. La
presión se va a aliviando poco a poco hasta llegar a 1929 en que se les viene
encima la gran depresión. Fue demasiado para los alemanes, antes orgullosos, en
ese momento humillados y depauperados. Es en ese instante de desesperación que
los germánicos deciden comprar la propuesta de un radical ultra nacionalista
para financiar la recuperación de la industria alemana. Alemania no era un país
tercermundista que sigue en medio de su ignorancia a un caudillo con verborrea
oratoria. Alemania era el país más culto de Europa. Contaba con una avinagrada estirpe
de descendientes del imperio romano germánico. No era pues fácil de manipular
ni de dejarse impresionar por un
lidercillo de baja estirpe y poca formación.
Sin embargo es muy bien conocido
que los industriales alemanes financiaron la campaña del partido nazi en 1933 otorgándoles
3 millones de marcos, 34 millones de dólares actuales.
Ante las pocas posibilidades que
le brindaban las circunstancias, los industriales y banqueros alemanes, la gran
oligarquía decidió apostar al proyecto nazi de financiar la recuperación. No
hicieron nada que no se hubiere hecho antes. Así como los reinos de Castilla y Aragón
financiaron la colonización de América expulsando a los judíos de los reinos y quitándole sus riquezas so pena de morir en la hoguera con Torquemada, el monje sádico,
empuñando una antorcha en su diestra lista para encenderla, pues así Hitler
financió la recuperación alemana iniciando con la financiación del ejército
mediante la persecución de sus compatriotas alemanes de religión judía.
Los alemanes de creencia judía
eran el uno por ciento de la población, alrededor de 600,000 en 1933. No todos
eran pudientes, pero había suficientes para que fuera negocio. La gran mayoría
eran obreros industriales, líderes sindicales y muchos comunistas. Sin embargo había
suficientes capitalistas e industriales que se habían hecho de dinero por ser tradicionalmente
banqueros antes llamados usureros, cuando la religión cristiana estaba en
contra de la usura y se las prohibía a sus fieles. A fines de 1939 cuando
apenas iniciaba la guerra no quedaban más de 150,000 judíos en Alemania.
La persecución se inicia mediante
la expulsión de todos los judíos de los puestos públicos con lo que
se reduce
el desempleo de los alemanes no judíos, se persiguen a los miembros de juntas
directivas de empresas judías eliminándoles inclusive físicamente para
presionarlos para deshacerse de sus empresas y pasarlas a alemanes cristianos.
Luego se instalan medidas más formales como el impuesto a la salida del Reich.
Los judíos que salían en estampida del país para salvar su vida debían pagar el
25% de su patrimonio. Se calcula que el estado nazi se apropió con este
impuesto alrededor de 100,000 millones de dólares actuales. Luego vino el pago
del gravamen de desagravio, impuesto a todos los judíos por el asesinato en Francia del diplomático Von Rat en París a
manos de un joven de fe judía. Esto sumó un ingreso de 13,000 millones de
dólares adicionales al Reich.
Esto fue el capital inicial para
la recuperación de la maquinaria de guerra que luego se multiplica con la toma de las minas de carbón
y acero de Polonia vitales como insumo de la industria alemana.
Más adelante viene la economía de
guerra. Con encendidos discursos patrióticos se hace trabajar por encima de lo
recomendado a millones de trabajadores con el argumento de que es por la
sobre vivencia de la patria. Finalmente los millones de trabajadores esclavos comprobados
y documentados que obligó a trabajar el nazismo en los territorios ocupados.
Vemos pues que no se trató de los apasionados discursos del führer, tanto como la idea de cómo financiar la
recuperación de la economía alemana que compraron los crueles industriales y banqueros al partido nazi
y a su líder Adolf Hitler, que los llevó a la destrucción
de gran parte de Europa y la muerte de no menos de 70 millones de personas.
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