Por: Felipe Argote
Lois de García |
Durante mi vida en secundaria era sin lugar a dudas uno de los peores estudiantes del Instituto Panamericano. Esto es algo que mi esposa Carmen me insiste en evitar contar, para no darle un mal ejemplo a los niños, pero es necesario ubicar la situación en perspectiva histórica para poder transmitir el dramatismo de mi testimonio.
Mi único interés en esa época era jugar el básquetbol, la música de la Fania all star y estar presente en cuanto night of fun se organizara. Esa dejadez gandula por cierto se reflejaba, corolario lógico, en mi rendimiento escolar. Eran los setentas: la crisis del petróleo, la derrota de los norteamericanos en la guerra de Vietnam, los black panters, la lucha por la soberanía en el canal, la buena salsa, el soul y el buen rock, el pelo largo y los peinados afros.
En ese momento, en que mi vida parecía desplazarse serpenteando pendiente abajo, hacia la oscura profundidad del despeñadero, afloró en mi vida “La Nazi”. Ese nombre se lo pusimos a una nueva profesora, directora académica del plantel, que se desplazaba por los pasillos en los cambios de hora, observando con atención a los estudiantes para encontrarle faltas.” ¡Oye, péinate!,” “esa camisa por dentro”, “¿dónde está tu corbata?”, “la falda tres dedos por debajo de la rodilla”,” tú, a la dirección”.
A pesar de todo, la presencia de” la nazi” motivaba más que temor, respeto.
Cuando un estudiante, (algunos ya sabíamos que había sido Douglas), le puso una tachuela en la silla de la profesora de español, la nazi dirigió las investigaciones. La profesora de español desde nuestra perspectiva, era una señora que odiaba su trabajo y su terrible frustración la expresaba con un encono hacia nosotros, sus estudiantes. Por eso a nadie le dolió que le pusieran una tachuela... ¡a nadie!... salvo a ella misma por supuesto, que al recibir el puyazo se puso de pie como resorte de sillón destartalado, evitó sobarse la parte afectada y negó haberse puyado, con el argumento de que ella se sentaba en la orillita de la silla.
Instituto Panamericano Generación del 75 |
La nazi era la profesora Lois de García, quien por alguna razón decidió tutelarme. Me sacaba del gimnasio a prima noche, cuando salía de la oficina y me obligaba, llevándome en su carro, a irme a la casa. En el camino me daba consejos que me entraban por un oído y me salían por el otro. Yo solo me preguntaba por qué me perseguía la señora.
Cuando finalmente un profesor de educación física decidió en sexto año fracasarme con 2.9, a pesar de participar en la selección de basquetbol, voleibol y de paso en la selección de ajedrez del colegio, ella, pasando por encima de las reglas, me colocó el “tres pelao” de su puño y letra, y me mandó a matricularme en la universidad. Esa sola acción cambió el destino de mi vida
Muchos años después, decidí visitarla para agradecerle haber salvado mi vida. Tal vez no se acordaría de mí. A cuántos miles de adolescentes habría ayudado la profesora Louis de Garcia, cuya formación profesional además de docente era en psicología. Yo debería ser uno más en su carrera.
Sewall Echo, anuario Ecos del Malecón llamado asi porque el IPA quedaba en el malecón actualmente conocido como Casco Viejo.el mio es de 1975. |
Nunca tuve la oportunidad de agradecerle a la profesora, mi tutora, alguien que cambió el rumbo de mi vida para bien, la profesora Lois de García, por todo lo que me ayudó, en mi enmarañada adolescencia de penúltimo hijo de familia disfuncional.
Hoy, cuando está a punto de iniciarse un año del calendario escolar, debo presentar este escrito como un homenaje, no solo a esta gran profesora, sino a todas las profesoras y profesores, maestras y maestros que como Lois de García se dedican a la noble causa de dirigir y corregir la trayectoria de nuestros niños y adolescentes. Además, me entrometo a recomendarle a quien ha vivido una experiencia similar, a que procure ubicar, la tecnología informática ahora lo permite, a aquella maestra, maestro, profesora o profesor que ayudó a moldear su vida y solo hacerle saber el agradecimiento que siente. No querrás vivir mi experiencia, de no tener la oportunidad de agradecerle en vida a la profesara Lois de García el haber salvado mi vida, porque la sensación, créeme, no es nada agradable… nada agradable.
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Felipe:
ResponderEliminarEl blog esta excelente! Tremendo trabajo.
Todos los artículos, que he leído, han sido interesantes. Te felicito, hermano.
Muy especial el artículo que escribiste de tu historia con Lois de Garcia ( artículo que copio abajo para que lo puedan leer).
Saludos,
Juan Cardona