Por: Felipe Argote
El viernes pasado concluí, como
es regular, mi larga jornada de trabajo a las nueve de la noche,
cuando terminé
de dictar clases. En el camino a la casa decidí parar en el supermercado rey de
Centenial. Como rutina de escritor, siempre analizando a las personas alrededor,
observé a una joven pareja que hablaba del partido de fútbol entre Colombia y Argentina
de la copa América. Como había dejado grabando el partido no quería saber el
resultado, sin embargo no pude evitar escuchar que el muchacho, de mi estatura,
1.86 metros pero el doble de mi ancho, le decía a la chica “pero ellos merecían
ganar” cuando la chica, una joven petisa muy guapa con gafas al estilo de John
Lennon, le interrumpió muy segura de su argumento “No chico, el fútbol no es de
merecimientos, es del que encaja los goles”.
Cómo cambian los tiempos, no hace demasiados años, de fútbol solo argumentaban
los hombres, pensé.
No sé de donde extrapolé la escena
a la actual realidad nacional panameña. No llevo el número de ex ministros, funcionarios,
empresarios y magistrados que se
encuentran en la joya, la gran joya, la joyita, el renacer, la policía, la PTJ,
en casa por cárcel, país por cárcel o como prófugos de la justicia; algunos sin
saber su paradero, otros escondidos fuera del país, todos involucrados en actos
de corrupción. No he computado el número de diputados y ex diputados implicados
en delitos similares que caminan por el país y aun aprueban leyes, quienes
justifican el uso de nuestro dinero en partidas circuitales tranquilamente, con
la mano en la cintura.
En medio de esta deprimente
situación, he sido tentado a llegar a la misma conclusión que Diógenes de Sinope, llamado el cínico, 400
años antes de Cristo, quien caminaba por las calles de Atenas de día con una
lámpara encendida, buscando un hombre honrado.
Sin embargo, siendo un optimista desahuciado,
rápidamente busqué elementos disuasorios para evitar caer en el pesimismo. Así me
encontré con el caso único de la diputada Ana Matilde Gómez, quien hasta el día
de hoy ha demostrado que existe un espacio para la gente con principios y aún más,
que la población sí respalda a este modelo de políticas. Me encuentro con la
procuradora Kenia Porcell quien ha realizado una labor diligente en la persecución
del delito. Sigo buscando y me encuentro con las cuatro nuevas fiscales anticorrupción
Tania Sterling, Vielka Broce,
Zuleika Moore y Ruth Morcillo, cuatro valientes fiscales insomnes, a cuyos
despachos vemos llegar investigados a rendir indagatoria cuando aún no sale el
sol y observamos en la televisión que los acusados salen del despacho a altas
horas de la noche. No puedo dejar de mencionar a la presidenta de APEDE Dagmar
de Alvarez quien ha demostrado una capacidad que ya conocíamos de antemano. Si
sigo la lista de mujeres, capaces, inteligentes y honestas necesitaría utilizar todo el disco duro de la
laptop.
El
proceso es evidente, dentro del cúmulo de acusados, la cantidad de mujeres
involucradas se
pueden contar con una sola mano hipodactílica, mientras con los
hombres acusados de corrupción se llena un estadio de fútbol. Basta con ver la
cantidad de nuevos y viejos reclusorios para presos que aun así siguen atiborrados,
mientras la pequeña cárcel de mujeres podría estar semi despoblada, si los
procesos en los tribunales cumplieran con los plazos.
Tengo
20 años dictando clases a estudiantes de maestría en la universidad Interamericana
de Panamá. Solo por curiosidad llevo el conteo de hombres y mujeres inscritos
en mi cátedra por trimestre. De unos 10 años para acá la tendencia es
insoslayable, la proporción de mujeres va de un 60% a un 80%.
Más
de una vez al declararme de acuerdo con la paridad de género me replicaron que
el problema es que las mujeres no quieren meterse en política, ante lo cual
aclaraba en forma consuetudinaria: No es que las mujeres no quieran meterse en política,
es que la mayor parte de las personas honestas les cuesta mucho meterse en
política y resulta que la mayor parte de las personas honestas actualmente son mujeres,
aunque hay muchos hombres honestos aun.
Si Diogenes, el cínico, en vez de buscar a un hombre honrado buscara por las calles de Atenas a una mujer honrada, se hubiera ahorrado bastante aceite de su lámpara.
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