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23 de septiembre de 2014

MANO DURA CONTRA LOS NIÑOS DELINCUENTES

Por: Felipe Argote



Cinco mil niñas en edad escolar están embarazadas. De esas, cuatro mil, 80%, abandonaron el colegio, lo que las condena a depender de un marido que las alimente a ella y al niño, con escazas posibilidades de insertarse en el mercado laboral. La aplastante mayoría de las niñas son embarazadas por hombres mayores de edad. Estos adultos nunca pagan el castigo por su delito.


El 75% de los niños que vienen al mundo no nacen de parejas formales en nuestro país.
Recientemente, en una barriada de la ciudad de La Chorrera se atrapó a un pederasta que guardaba más de 100 copias de DVD de relaciones sexuales con niñas, algunas por violación. Los DVD eran vendidos en el mercado local sin ninguna precaución por parte de la red de pederastas.

Ante este escenario de horror gran parte de la sociedad panameña guarda silencio, mientras un sector nada despreciable y en especial los medios de comunicación desatan una campaña exigiendo mayor represión hacia los niños mediante la elevación de las penas y juzgándolos como adultos.

Un documental pasado en un  noticiero enumera a no menos de diez casos de niños y niñas asesinados por encontrarse en medio de una balacera o ultimados para vengarse de algún familiar mayor. Luego de esta terrible estadística el noticiero entrevista a un conocido abogado cuya conclusión es que debe elevarse las penas para los menores.

No creo que los menores que hayan caído en la dinámica del crimen deben permanecer en la calle sin castigo, sin embargo el hecho que menos del cinco por ciento de los delitos, incluyendo asesinatos, sean cometidos por menores me lleva a sospechar, por decir lo menos, de quienes ante la ola de violencia hagan eje sobre la necesidad de elevar las penas a los menores y reducir la edad en que pueden ser considerados conscientes y por tanto juzgarlos como adultos como si esto fuera la respuesta. Si los que insisten en esto tuvieran la razón y eliminamos por completo la violencia y los delitos ejecutados por menores lo cual es utópico, estos bajarían en apenas un 5%.

El sentido común nos lleva a concluir que hacer eje sobre los menores ante esta situación es
igual que afirmar que debemos colocar toda la policía en la comarca ngäbe porque murieron unas jóvenes holandesas, siendo que la comarca es el lugar menos violento del país, aunque exista también la violencia. Esto parece una distracción para que todo el mundo mire hacia otro lado y olvide las verdaderas causas de la violencia y la inseguridad.

De 665 homicidios en el 2013 ni siquiera quince han logrado que los culpables vayan a juicio, más del 95 por ciento de los homicidios quedan impunes. Ante la acción violenta desarrollada hace poco en La Chorrera en donde fueron asesinados cuatro miembros  de una familia incluyendo dos niños, es increíble que en vez de hacer eje sobre la necesidad de atrapar, no solo a los salvajes actores materiales sino que se debe localizar y atrapar a los cabecillas de estas bandas delincuenciales, el eje de los medios es cómo castigar con mayor dureza a los menores involucrados, olvidándose incluso de los menores asesinados.

Parece que en concierto todos los sectores de la sociedad prefieren olvidar que las bandas delincuenciales de seguro tienen peces gordos mas allá de los encarcelados y que los que asesinaron a mansalva solo son unas sardinas que por supuesto hay que mantener en recaudo por largo tiempo.

El argumento más creíble de los cazadores de menores es que hay que castigarlos porque éstos confesarán su culpabilidad aunque no la tengan, para cubrir a los adultos ya que ellos no pueden ser juzgados por sus crímenes. Si esto fuera cierto no importa cuán crueles seamos con los menores para desmotivar su participación en crímenes, estos seguirán participando porque siendo niños serán fácilmente manipulables por los adultos y porque el problema central es que no hay certeza del castigo. Siendo así no importa que se establezcan cien años o cadena perpetua igual regresarán a la calle si tienen un capo que pague la coima.

De hecho el haber visto por televisión cómo unos policías y custodios se mofaban mientras un grupo de menores infractores se quemaban vivos en una cárcel, no desmotivo la participación de los menores en los hechos delictivos, aun viendo que los asesinos fueron indultados por el gobierno pasado y caminan impunes por las calles. ¿Es posible una mano más dura que esa?

Es necesario entonces volver al problema central que es el desgastado y corrupto sistema de justicia y de paso les tengo una propuesta. Para desmotivar que los niños participen en acciones delincuenciales establezcamos muy duras medidas, no a los niños, a los adultos que los incentivan. Cualquier adulto que se haga acompañar de un menor en delito se le dobla o triplica la pena, cualquier adulto que se haga acompañar por un menor en un asesinato se le cargará una pena igual o mayor que si él lo hubiera cometido personalmente, aunque no haya portado el arma. Así desmotivamos a los adultos de que se acompañen por menores en vez de hacer lo contrario. Sentido común.
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