El 7 de septiembre de 1977 se firman los tratados Torrijos Carter. Este es el instrumento que con deficiencias y limitaciones establece las bases legales que determina la descolonización de nuestro país y la reversión del canal y de todas las áreas ocupadas por el ejército norteamericano.
Este es el corolario de una lucha casi centenaria de una gran parte de los panameños por la soberanía e nuestro país. Es interesante que contrario a otros países ocupados en su momento como Puerto Rico e incluso Cuba, los panameños en aplastante mayoría siempre estuvimos claros que no era nuestra pretensión, ni teníamos talante de país colonizado.
Hay que reconocer que sectores sobre todo de la clase alta, pero incluso sectores de clase media se mostraron en contra de la transferencia del canal a manos panameñas con el argumento de que éramos incapaces de administrarlo. Algunos decían que los norteamericanos se iban a llevar el dólar!!??, que los chorrilleros se iban a bañar en las esclusas con sus tubos de llantas de camión, que la maleza se iba a comer todo el área incluyendo al canal. Algunos lloraron ante las cámaras de televisión cuando se cerró el comando sur.
Las clases más bajas y los sectores estudiantiles e intelectuales fueron los que más impulsaron la descolonización, aunque no todos se mostraron a favor de los tratados. Muchos porque pensaban que una hoja de ruta que descolonizaba el territorio panameño en un periodo de 23 años era una entretención, y que al final los norteamericanos nunca iban a salir de Panamá por las buenas. Me incluyo entre los que pensaban así y confieso haber votado en contra de los tratados en el referéndum realizado el 21 de octubre de 1977, a escaso un mes y días después de su firma. Yo había cumplido 20 años de edad, era mi primera votación y desconfiaba de todo lo que hicieran los militares.
Ahora sé que no era nada fácil la negociación con el país más poderoso del planeta, en donde igual que en Panamá existen sectores radicales de derecha que por ninguna razón querían entregar el territorio que según ellos habían conquistado en buena lid. Que existían muchos intereses de ciudadanos zonians que no querían cambiar ese paraíso socialista que era la zona del canal, en donde el estado era propietarios de todos los edificios y manejaba todos los negocios, que subvencionaba los PX (comisariatos) en donde no se pagaban impuestos, en donde el army estaba a cargo de hacer lo que fuera necesario para facilitar sus vidas ya que eran soldados y sus familias instalados en territorios offshore. Los zonians vivían rodeados por una cerca de tres metros de alto para defenderse de los hostiles nativos panameños. Había escuelas, piscinas, boliches, cines, teatros, policías, bomberos, todo manejado por el army.
Pero paso el tiempo y mientras contemplábamos la lluvia el canal pasó a manos panameñas y las bases militares, tanto como los pueblos norteamericanos enclavados en medio de nuestro país, se fueron con su música a otra parte. Mientras tanto los jóvenes que no vivieron durante aquellas época del gold roll y el silver roll no tienen idea de lo que fue vivir con un enclave extranjero en medio del país.
Actualmente el 20% de los ingresos del estado provienen del canal y definitivamente es reconocido internacionalmente que el canal es mejor administrado por los civiles panameños que por los militares norteamericanos en su momento.
Los tratados Torrijos Carter le dieron la justificación legal a una fase de nuestra vida en que dimos el salto de semicolonia a nación. De no haberse firmado los tratados Torrijos Carter muy probablemente hoy seriamos algo muy parecido a Puerto Rico, con lo que esto hubiese significado para nuestra autoestima como nación. En cambio hoy tenemos un país pujante, deslumbrante y con un canal que el primer año le dio al estado más de lo que había recibido en los 86 años anteriores y cada vez nos brinda mayores ingresos.
Los que en su momento estaban en contra de la reversión de nuestro canal y la salida de las bases extranjeros con el argumento de que “no se come soberanía” ahora deberían haberse dado cuenta tarde que “la soberanía es un buen negocio”.
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