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26 de enero de 2011

QUEMADOS VIVOS

Por: Felipe Argote


Gabo hubiera dicho que es la crónica de una muerte anunciada. Siete adolescentes son quemados vivos ante las cámaras de televisión mientras sus asesinos se mofan, los insultan y finalmente, cuando logran salir con sus carnes guindando en jirones, los reciben aporreándolos con la vara policial. Uno de los custodios apretaba los dientes mientras utilizaba sus dos manos para ganar mayor fuerza al momento de incrustarle la vara en las costillas a uno de los que hoy es difunto. Ya van cinco muertos.

El sucumbir por efecto de las llamas no es tan benevolente como el fenecer de un tiro en la cabeza. En los quemados, la muerte es lenta. Poco a poco los riñones, el hígado, los pulmones achicharrados pierden su funcionamiento y horas o días después, no inmediatamente, tras un dolor agudo y sostenido, la persona muere. Mientras esto ocurre, en los primeros momentos, la victima tiene fuerzas suficientes para caminar en medio del dolor. Esto fue aprovechado por los policías y custodios para golpear con saña a los adolecentes infractores.

Ninguno había asesinado, ni era sicario. Dos de ellos habían salido a robar por primera vez en una casa. Era su primer delito. Fueron atrapados y como es justo, fueron castigados con la prisión por su transgresión. Les faltaba una semana para cumplir su pena. No eran sicarios ni asesinos, para la incomodidad de algunos que quieren encontrar una justificación ante tal barbarie.

Pero esta situación no surge por generación espontánea, los ingredientes que llevaron a este desenlace fatal se han cocinado lentamente. Se iniciaron hace años con la campaña de satanización de los adolescentes por parte de la actual Ministra de Educación en los tiempos que buscaba rating como protagonista del reality show matutino de un canal de televisión. Se aderezó con la campaña contra los derechos humanos de varios programas radiales iniciando con el de Renato Pereira, en contra de todos aquellos que defendían los derechos humanos. Quince días después del abominable hecho escuché al radio comentarista y un médico militante del partido gobernante en el gobierno anterior y ahora militante del partido del actual gobierno, que se mofaban de que habían visto muchas bombas lacrimógenas y nunca habían visto a una sola de ellas iniciar un incendio.

Todo lo anterior se condimentó con la desesperación ciudadana, que ante la ola delincuencial y la incapacidad del gobierno para frenarla, en su frustración, considera oportunas las medidas radicales. El pegajoso lema de la mano dura del ex alcalde Juan Carlos Navarro en su campaña política.

Luego vino el caso de Bocas de Toro con varios muertos, algunos perdieron la vista completamente y otros parcialmente, varios aun tienen altos niveles de plomo en su cuerpo producto de los perdigones. No hay nadie preso. Todos los excesos se colocaron en el basurero del olvido. La impunidad campea rampante por el país.

Finalmente llegó la ley 74, la que reemplazó la ley 30, mejor conocida como la ley chorizo, que le permite un trato especial a los policías que cometan excesos. Este privilegio que nunca antes tuvieron formalmente, ni en tiempos de la dictadura, en donde se establece tajantemente que ningún policía podrá ser separado de su cargo, ni puesto en detención preventiva ante un asesinato, fue dejado en la nueva ley la 74 que derogó la 30. Esto con el consentimiento de todas las partes que participaron en el dialogo para derogarla, tanto empresarios como sindicatos con la sola excepción de los representantes de FRENADESO.

Los adolescentes quemados no eran ni sicarios ni asesinos. Estaban allí por delitos menores y varios estaban a punto de salir libres luego de pagar sus penas. No les convenía participar en el motín que se desarrolló luego de quince días sin agua y veinticuatro horas sin recibir alimentación en una cárcel construida para 45 detenidos en donde habían 185 jóvenes.

Contra ellos se ensañaron los policías y custodios. Este es un caso abominable de lesa humanidad. El video de los adolescentes desesperados mientras se quemaban lentamente ha recorrido el mundo. Nuestro país de grado de inversión ha bajado a grado de barbarie.

La renuncia del jefe de la policía y del ministro de seguridad publica seria un hecho cierto en cualquier país civilizado, pero no en Panamá, donde los políticos enquistados en el gobierno: en este, el anterior y el que lo antecedió, se afilan las uñas y los dientes todas las mañanas para aferrarse con ellos a los puestos públicos.

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