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8 de mayo de 2010

CERTEZA DEL CASTIGO

Por: Felipe Argote


He analizado las razones de la espiral incontrolable de violencia que sufre nuestro país. He llegado a la conclusión, como la gran mayoría de los panameños, que los factores son múltiples. La televisión, los hogares destruidos, la irresponsabilidad de los padres. Tómese en cuenta que escribo padres sin utilizar por error el término genérico que involucra a las madres. Me refiero a la irresponsabilidad de los papas, género masculino, pues las madres en la gran mayoría de los casos deben cumplir con ambos roles. Tambien debe anotarse la incapacidad de los políticos que colocan como director de policía a personas que no tienen la menor sospecha de los mecanismos científicos que rigen la ciencia de la criminología. Además está, por supuesto, la corrupción. Podemos enumerar muchos elementos adicionales. Sin embargo yo creo que hay uno que se separa del resto por mucho y que resulta por ende un factor determinante. Me refiero a la certeza del castigo.

Reiterada mente observamos que sectores de la sociedad se quejan que muchos delincuen tes matan y a pesar de que algunos son apresados, en poco tiempo están en las calles y matan de nuevo. Que algunos policías temen llevar a alguien preso porque se lo encuentran al día siguiente en el mismo barrio y se ríen en su rostro. Ante esto la solución que presentan es elevar el castigo. De veinte años de pena máxima se elevó a treinta y luego a cuarenta años. Como esto ha sido infructuoso y sigue subiendo el nivel de violencia ahora se propone la pena de muerte. Pero me pregunto ¿Cuántos delincuentes han sido declarados culpables y se le ha puesto la pena de treinta o cuarenta años? La respuesta es a ninguno. Entonces de que vale que la pena sea de mil años si igual estarán en las calles listos para asesinar de nuevo en poco tiempo. El 83% de los acusados son declarados inocentes.

Hace unos días todos vimos por televisión una riña tumultuaria en el estadio de beisbol. Inclusive la riña continuo afuera frente a los policías que poco o nada hacían para evitarla más que separarlos a palo y gas pimienta. ¿Cuántos fueron apresados? Ninguno. Luego la discusión en los medios era cómo hacer para que esto no ocurriera nuevamente. Eso está bien, pero nadie hablaba de cómo iban a pagar los que cobardemente golpeaban entre tres a un sujeto que estaba en el piso. Allí están los videos. Cómo es posible que no estén presentando sus rostros y pidiendo que los identifiquen. Que aparezcan esposados. Que se les multe y se les prohíba la entrada a los estadios. Esa es la forma en que se ha controlado a los hooligans en Inglaterra y a las barras bravas en toda Europa. Por mi parte seria incapaz de asistir a un estadio con mis hijos en donde pueden verse agredidos por unos maleantes tan solo por llevar puesto el sweater del equipo contrario.

En lo que va del año se han asesinado a más de 290 personas. Uno de los últimos presentan jóvenes mutilados. La policía dice que son ajustes entre bandas rivales. Acaso no se puede saber quién es la banda rival y tomar preso a los salvajes que ejecutaron este abominable hecho. Si existiera un mínimo de certeza del castigo habría muchos dispuestos a colaborar para que los sujetos se queden con sus huesos en la cárcel por cuarenta años. Pero como no existe esta certeza todos aplican la ley del silencio por temor a ser el próximo ejecutado.

Creo, puedo equivocarme, que la procuradora Matilde Gomez sabía que el problema de la certeza del castigo estaba limitado por la corrupción de los fiscales que intercambiaban libertad por prebendas. Trató en serio de adecentar el Ministerio Público sacando a un número de fiscales de dudosa reputación. Sin embargo ya vemos que fue separada del cargo por atrapar a un fiscal que vendía, a cambio de dólares, las medidas cautelares. Poco futuro le veo a la seguridad ciudadana por el rumbo que lleva actualmente.

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